El romanescu es una hortaliza de la familia de las brasicáceas, emparentada con el brócoli y la coliflor. Se distingue por su forma geométrica única, con un patrón fractal de floretes dispuestos en espiral. Su color es un verde vibrante y su textura es crujiente cuando se consume crudo. Su sabor es más suave y ligeramente más dulce que el de la coliflor, con un toque a nuez. Se cultiva en climas templados, prefiriendo suelos fértiles y bien drenados.
Desde el punto de vista nutricional, el romanescu es una excelente fuente de vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico y favorece la producción de colágeno. También aporta fibra, ayudando a la digestión y al tránsito intestinal, y vitamina K, beneficiosa para la coagulación sanguínea y la salud ósea. Su contenido en antioxidantes y compuestos azufrados contribuye a la protección celular y al bienestar general. Además, es bajo en calorías, lo que lo convierte en una opción saludable dentro de una alimentación equilibrada.
Su temporada óptima de consumo es en otoño e invierno, cuando se encuentra en su mejor estado de frescura y sabor. Se puede disfrutar al vapor, salteado, asado o en cremas, siendo una alternativa nutritiva y visualmente atractiva en la cocina.